miércoles, 12 de junio de 2019

Daniel el travieso

Era muy común la falta de responsabilidades de Daniel, un joven de primer año de universidad, no entraba a clases, se iba a tomar con sus amigos, no hacía las tareas y visitaba los lugares de moda más concurridos por los jóvenes de su edad: cafeterías, centros comerciales, discotecas de moda, etc.
Poco le importaba el esfuerzo de sus padres, que a pesar de que ambos tenían buenos trabajos y eso les permitía mantener a Daniel en escuela privada, ellos siempre fueron muy modestos con el dinero, y les daba mucha tristeza saber que Daniel no aprovechaba sus estudios por irse con amigos igual de holgazanes que él.

Daniel y sus amigos buscaban cualquier pretexto para salirse de la escuela, siendo el más común fingir algún tipo de malestar para tener que ir a la enfermería y que la enfermera, una anciana a la que poco le importaba su trabajo, les diera un justificante de salida. Pronto llegó el momento en el que la vieja enfermera se retiró, y con ella, la suerte de Daniel se terminó.

A los pocos días, contrataron a Adriana, una experimentada enfermera con más de 10 años de profesión y con fuerte carácter. Lo primero que hizo al instalarse en su nuevo trabajo fue revisar todos los expedientes de los alumnos, llamándole la atención el particular caso de Daniel Sevilla. Ella notó la frecuencia con la que Daniel y sus amigos buscaban a la enfermera anterior, por lo que en base a su experiencia supo fácilmente que esos estudiantes sólo estaban buscando salirse de la escuela.

Al mismo tiempo, Daniel y sus amigos buscaban la forma de escaparse una vez más.
-¿A dónde nos vamos? - Preguntó Julián.
-Escuché que hay promoción en las cervezas en el bar que está cerca de mi casa. - contestó Daniel.
-¡Vamos! - contestaron al unisono  Andrés, Lucía y Martha.
-Mi hermano puede pasar por nosotros- dijo Lucía.
-Perfecto, nos vemos en la salida todos, solo que ya saben, primero tengo que ir por mi justificante a la enfermería, sino mis papás me van a castigar.
-Está bien, allá nos vemos.
Cada quien entró a sus respectivas clases, y poco después de iniciada la clase de cálculo, Daniel interrumpió:
-¡Ay!, me siento muy mal otra vez, profesor. ¿Me da permiso de ir a la enfermería?
-Espero que vayas pasando la materia Daniel, has faltado mucho este mes y el examen es la próxima semana. Pero está bien, adelante, puedes retirarte.
-Gracias profesor, le prometo que me irá bien en su materia.
Daniel dejó el salón y en el pasillo soltó una ligera sonrisa, pues había logrado engañar al profesor una vez más. Pero lo que no se esperaba, era que no sería tan fácil con la nueva enfermera.

Pronto abrió la puerta de la enfermería como de costumbre, y se llevó una sorpresa al entrar.
-¡Joven, se toca la puerta!
-¡Uy, perdón!.- dijo Daniel con sarcasmo y en un tono grosero.
-¿En qué le puedo ayudar?
-Busco a Lupita la enfermera.
-Ella ya no está, ahora yo estoy a cargo, ¿le puedo ayudar en algo?
-Me siento mal, necesito irme a mi casa en este instante. -dijo Daniel de manera prepotente.
-¿Ah si? ¿qué le duele?
-La cabeza, sólo deme mi justificante y ya.
La actitud de Daniel comenzaba a fastidiar a Adriana, a lo que ella comenzó a sospechar que se trataba de uno de los holgazanes y buenos para nada que recién había revisado en los expedientes, y de ser así, estaba decidida a darle la lección de su vida a Daniel.
-¿Cuál es su nombre? -preguntó curiosa Adriana.
-Daniel Sevilla. ¿¡Me puede dar mi justificante ya por favor¡?
-Necesitaré hacer un chequeo de rutina.
-¿¡Qué!? Por Dios, sólo deme el maldito justificante y déjeme ir.
-A ver, chamaco grosero, basta de tonterías, ya vi que buscas escaparte muy seguido, y conmigo no será tan fácil, y será mejor que me dejes hacer bien mi trabajo o me encargaré de decirle al director de ti y todos tus amigos que se escapan de clases para irse por ahí a tomar alcohol. Sin duda alguna los expulsaría de la escuela.
-¡De ninguna manera, por favor no!- Contestó Daniel, ahora se veía un poco preocupado por la amenaza. Pero ahora debería permitir que la enfermera realizara su estúpido chequeo de rutina.
-Bien, eso pensé, ahora por favor pase al otro cuarto, quítese toda la ropa y póngase la bata que ahí se encuentra.
-¡QUÉ!- dijo con asombro y molestia.
Mientras se desvestía con enfado, la enfermera Adriana sacaba unos guantes de látex y un frasco de lubricante, hasta que quedó unicamente en calzoncillos y la bata sobrepuesta.
-¿No puedes darme el pase de salida y ya? - insistió Daniel.
-¡Joven, ya le dije que me deje hacer bien mi trabajo! Y mi trabajo es cuidar de la salud de los alumnos y maestros de esta institución. Así que le pediré que se recline sobre la camilla para poder tomarle su temperatura corporal.
-¿¡Acostado!?- preguntó Daniel.
-Sí. Además, le pedí que se desnudara completamente y veo que trae calzoncillos puestos todavía.

-¡No lo haré, lo único que quiero es el pase de salida!
-Pues si quieres el pase de salida debo tomarte la temperatura corporal, y si es muy grave te dejaré ir a casa.
-NO, NO Y NO. Además, ¿por qué debo reclinarme sobre la cama y estar desnudo?

Adriana lo tomó del brazo y forcejeando y lo llevó cerca de la cama, donde había unos amarres. Lo reclinó y puso su mano en un amarre, después la otra muñeca sobre otro amarre y los cerró.
-¿Qué hace?- preguntó Daniel mientras la enfermera le bajaba los calzoncillos. La incertidumbre comenzó a poner nervioso a Daniel, que no se podía mover mientras estaba agachado con el trasero frente a la enfermera. Su corazón latía rápidamente y él respiraba de forma agitada.
-¡Es hora jovencito! ¡tomaré tu temperatura rectal!. Caminaba hacia él en la parte de atrás y con la mano izquierda separó los glúteos de Daniel y dejó ver su zona perianal. Con el dedo comenzó a lubricar con movimientos circulares mientras Daniel fruncía el ano y pataleaba de la vergüenza.
-¡¡¡¡Nooooo!!!! Ya me siento mejor- mientras gritaba y comenzaba a sollozar.
-No llore. - le contestó la enfermera mientras introducía el termómetro en el ano de Daniel.
Luego de varios minutos, Adriana le dijo a Daniel que tenía temperatura normal.
-¡POR FAVOR! Saque el termómetro de ahí, es demasiado vergonzoso.- Mientras se retorcía por la posición incómoda en la que estaba.
-¡Bueno! Lo siguiente es hacer un chequeo por el ano, ya que está un poco lubcricado introduciré mi dedo para checar que no haya riesgo de hemorriodes y posteriormente te colocaré unos supositorios para bajar la fiebre.
-¡¡¡¡NOOOOOOOOOO!!!!! , ¡¡¡Por favor no lo haga!!! - gritó con voz aterrada. -Le juro que me portaré bien. Ya me siento mejAAAAAYYYYYYY!!! exclamó mientras la enfermera introducía lentamente su dedo y y hacía movimientos dentro de su cavidad. Las lagrimas de Daniel eran notorias, mientras se retorcía y trataba de cerrar el ano le suplicaba que se detuviera. Luego abrió una caja de supositorios.
-Por favor, con cuidado- dijo un rendido y humillado Daniel  mientras la enfermera le introducía dos supositorios.

Después, Adriana agarró un cepillo y le dijo a Daniel que lo último era un correctivo bien aplicado, y que serían unas nalgadas por su mal comportamiento:
-Muy bien. Serán 20 nalgadas por tu arrogancia, otras 20 por tu mala conducta y 38 más por cada una de las veces que te escapaste de la escuela.
-Nooooooo por favor, ya fue suficiente, ya aprendí la lección - suplicaba Daniel.
-¡No señor! eso fue el chequeo médico de rutina, para darte un pase de salida. Lo que sigue es tu castigo.

Por los siguientes 15 minutos Daniel recibió tantas nalgadas mientras lloraba como niña chiquita. Una vez que Adriana terminó de darle las 78 nalgadas, lo desató y le ordenó que se vistiera, mientras le firmaba su pase de salida.
-Toma, después de este castigo necesitarás ir a tu casa, pues no podrás sentarte en el pupitre del salón. Espero hayas aprendido la lección y no quiero verte por aquí a menos que de verdad lo necesites.
Daniel tomó el pase de salida y se fue caminando dolorosamente hasta la la parada del camión, después tomó el de su ruta y se dirigió a casa, y por supuesto, evitaría pasar por el bar donde estaban sus amigos, pues no quería contarles la vergonzoza experiencia que había tenido...





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